Creo que nunca me ha costado tanto escribir un artículo, como me está costando este. Hace mucho tiempo que dejé la web abandonada y ahora sabéis el porqué. Llevo meses intentando ponerme frente al ordenador para retomar mi trabajo en ella, pero no quería hacerlo sin antes dar las gracias al pueblo de Abengibre por arroparnos, a mí y a mis hermanos, en los momentos tan difíciles por los que estamos pasando y, especialmente, por tanto cariño como habéis demostrado hacia mi madre.
Sabía que ella era una parte importante del pueblo, por su gran implicación con nuestra gente, por su ardua labor por continuar nuestras tradiciones y costumbres, pero de pensarlo interiormente como hija suya, a verlo en vosotros hay un gran trecho…
El día de su funeral no podía creer la cantidad de personas que lloraron su pérdida con nosotros y nos acompañaron en su último adiós. Pero, igual que el pésame de mi padre fue muy difícil de soportar para mí, el de mi madre me reconfortó. No puedo decir que me remendara el corazón, porque lo tengo roto desde entonces, pero sí que me puso muchas tiritas…
Ver cómo la gente, sobre todo a los hombres mayores que, en vez darnos un apretón de manos, te cogieran la mano y no pudieran reprimir el darnos un abrazo y cambiar el acostumbrado «Te acompaño en el sentimiento» por unas emotivas palabras, por un «cuánto la vamos a echar de menos» o «cuánto siento que se haya ido»… Esos momentos, esas palabras salidas del corazón, fueron como bálsamo para mis heridas, un dolor mitigado por un cariño compartido, por unos corazones que latían más fuerte para darle impulsos a los nuestros.
Y no tengo palabras para expresar lo que sentí al paso de la procesión de los Alardes de San Miguel por la puerta de mi casa. Todavía se me sobrecoge el alma al acordarme del gran aplauso que rompió el minuto de silencio en recuerdo de mi madre… No tengo palabras para describir lo que sentí.
Por todo ello, gracias Abengibre, gracias abengibreños, gracias paisanos, sabéis que os llevo en el corazón junto a mis padres porque ellos son el alma de Abengibre en mi.